¿QUÉ ME PASA, DOCTOR?

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María acudió aquel día a consulta muy desanimada. Estaba viviendo un auténtico calvario y no encontraba al profesional adecuado que le diera una solución a su enfermedad. Quería despojarse de ella, pero no sabía cómo. Cansada de tomar medicación que lo único que hacía era aliviarla un poco, se dejó caer en la silla. Comenzó a enumerar sus síntomas, como si de un discurso aprendido se tratase. Se quejaba de ese dolor tan continuo y generalizado por todo el cuerpo. Era intenso, insoportable, agotador, deprimente...No podía asumir sus tareas de la vida cotidiana, ni trabajar...la fatiga y los problemas para dormir se encontraban presentes en su día a día. Las manos y piernas le hormigueaban, tenía alteraciones intestinales, palpitaciones, hipersensibilidad auditiva... Le habían diagnosticado fibromialgia. Tanto su examen físico como su exploración complementaria resultaron normales. No había ninguna lesión funcional ni orgánica que originaran la sintomatología. “¿Qué me pasa, doctor?” Era una pregunta sin respuesta que continuamente hacía a su médico. Pero ese día, un suplente ocupaba el lugar de su médico de cabecera y, escuchando atentamente su relato, le dijo: “Tendría usted que acudir a un psicoanalista”. Pero... ¿cómo? ¿Qué intentaba decirle aquel doctor? ¿Acaso pensaba que se estaba inventado sus dolores? ¿O acaso insinuaba que estaba “loca”?
Debemos pensar que no somos un individuo compuesto por mente y cuerpo separados, sino que ambos están interconectados conformando la vida humana. Esto quiere decir que hay una conexión entre el dolor físico y el afecto psíquico en la fibromialgia. Hay frases, por ejemplo, que sustentan los síntomas como “parece que me hubieran dado una paliza”, “parece que me hubiera pasado un camión por encima”, relacionado con el dolor intenso de todo el cuerpo.
En la fibromialgia suelen estar en sus bases la depresión, la histeria o incluso la neurosis de angustia. Desde el punto de vista psicoanalítico no se trata de una enfermedad crónica, sino de una sintomatología que tiene solución. Además, el psicoanálisis no reviste efectos secundarios, sino que, por el contrario, produce un alivio y una esperanza de curación porque supone un ir a la raíz del problema, a las causas. Como consecuencia de su análisis, el paciente transforma su pensamiento y no necesita de la sintomatología para vivir en su nuevo estado de salud
Laura López, psicóloga-psicoanalista

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