LOS LÍMITES ¿SABER DECIR NO?



 Los límites son muy necesarios para el desarrollo de las personas. Aporta seguridad, alienta a dirigir los pasos hacia la transformación de la realidad, esto es, el trabajo. Así, se puede modificar, hacer un trabajo sobre ella, para que sea más satisfactoria y más conveniente para la vida humana.
            Si no existieran límites, seríamos como un abrazo mortal. El no, nos civiliza. La función Padre, la Ley, tiene que ver con el no, con la prohibición, porque todo no se puede.
  La libertad era máxima en épocas anteriores a la producción de la civilización, pero vemos cuán peligrosa era la vida entonces y qué poco valor tenía la misma. Los límites y los pactos son necesarios para  civilizar las pasiones y las pulsiones humanas.
            El niño (con niño también nos referimos a niña) hacía con su madre una sola célula y, en la entrada del tercero, puede forjar su yo, en el establecimiento de los límites entre la función madre y él. A través de complejos procesos psíquicos va forjando una identidad y estableciendo interiormente en él esas funciones necesarias para ser un sujeto de la civilización (la función madre, padre, hombre y mujer). El niño renuncia a sus instintos y pasiones y a su realización inmediata, con tal de no perder ese amor de sus progenitores, tan necesarios para vivir y no quedarse desamparado.
            Con todo esto ¿qué podríamos pensar de no poner límites en las relaciones?
            Las relaciones se van forjando a través de las conversaciones, del respeto, de la tolerancia... El no establecer límites adecuados con otras personas, puede estar hablando de una posición infantil, en la que aún no se ha instalado de manera adecuada la ley interior.
            Esa ley interior es la heredera del Complejo de Edipo, ese pasaje humano, y de cómo se instauran en mí los límites.  Nos permite discernir lo que está bien de lo que está mal.  Si se generan situaciones, posiciones, donde se entra en este dilema, donde está en juego la ausencia de límite, puede estar hablando de la necesidad de ser amados. Los límites siempre están relacionados con la posición psíquica ante la Ley, ante el Nombre del Padre.
            Hay muchos factores en juego, en cada persona se va a jugar de una manera diferente esta posición de ausencia de límites, porque es importante indicar que, aunque una situación nos parezca dañina, o intolerable para una parte de nosotros, hay algo que se satisface en eso que se mantiene. Aunque lo rechacemos enérgicamente.  Decir no saber decir que no, es caer en una ingenuidad, en una ceguera de querer negar de qué manera estamos implicados.
            Hay prioridades, tu vida no es tuya solamente, hay otras muchas personas que se sostienen en lazos contigo. Si dices a todo que sí, también es un atentado contra otros, porque ocupas una función en la cultura, con los demás, y abandonarte tú para caer en ese ideal,  es también perjudicar a otras muchas personas. “Todo sí” no se puede, destruimos la civilización y nos hacemos cómplices de esa perversión que se repite (hay una ley, pero no la cumplo). Freud nos indicaba de la conveniencia del Psicoanálisis para la humanidad, estas cuestiones afectivos sexuales reprimidas infantiles sobredeterminan, generan la realidad.
            ¿Qué ética nos rige en la vida? ¿Cuál es nuestra base para sostener y regular las relaciones? ¿Sobre qué pensamientos nos regimos?   Podemos entrar en el buenismo, en la moral ¿haré bien? ¿haré mal? Y nos quedamos anclados en ideologías llenas de prejuicios, donde te indican pautas de comportamiento, cómo vivir, muy alejadas del verdadero deseo humano y de la ética que rige las relaciones.
            Los conflictos que tenemos con los demás tienen que ver con nosotros mismos, con ese no saber guiarnos con la ley. ¿Qué sería de la sociedad en ausencia de límites? El límite para la salud y  las relaciones son necesarios. Hay que tener pactos que circunscriban esos deseos,  tiene que haber una regulación.
Pero para establecer los límites hay que invitar a la conversación, a la cultura, a la lectura... No es cuestión de caer en la victimización  ni de que haya culpables, sino determinar la implicación en esa situación. Respetar no es tanto con la fuerza, sino con el conocimiento y el amor.
Necesitamos de cierta cuota de narcisismo, de establecer unos límites para crecer, procurar esa energía psíquica al mundo y no quedarse en la relación exclusiva con la función mamá, donde aún el límite no estaba instaurado.

Laura López, Psicoanalista Grupo Cero
Telf.: 610865355

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