UN CASO DE NEUROSIS OBSESIVA
“Una señora de
treinta años, aproximadamente, que sufría de fenómenos obsesivos
muy graves y a la que hubiera yo quizá logrado aliviar sin un
pérfido accidente que destruyó toda mi labor y del que ya os
hablaré en otra ocasión, ejecutaba varias veces al día, entre
otros muchos, el singular acto obsesivo siguiente: Corría desde su
alcoba a un gabinete continuo, se colocaba en un lugar determinado,
delante de la mesa que ocupaba el centro de al habitación, llamaba a
su doncella, le daba una orden cualquiera o la despedía sin mandarle
nada y volvía después, con igual precipitación, a la alcoba.
Este manejo no
constituye, ciertamente, un grave síntoma patológico, pero sí es
lo bastante singular para excitar nuestra curiosidad.
Afortunadamente, pudo proporcionarnos su explicación- de un modo
irrefutable- la paciente misma, sin la menor intervención por
nuestra parte, pues de otra forma nos hubiese sido imposible dar con
el sentido de su acto obsesivo o siquiera proponer una interpretación del mismo.
Siempre que le habíamos preguntado por qué llevaba a
cabo aquel extraño manejo y qué significación podía tener, nos
había contestado que lo ignoraba en absoluto; pero un día, después
de lograr vencer en ella un grave escrúpulo de conciencia, encontró
de repente la explicación buscada y nos relató los hechos a los que
el misterioso síntoma se enlazaba.
Más de diez años atrás había
contraído matrimonio con un hombre que le llevaba muchos años y que
durante la noche de bodas demostró una total impotencia. Toda la
noche la pasó corriendo de su cuarto al de su mujer para renovar sus
tentativas, pero sin obtener éxito ninguno. A la mañana siguiente,
dijo contrariado: “Me avergüenza que la criada que va a venir a
hacer la cama pueda adivinar lo que ha sucedido”, y cogiendo un
frasco de tinta roja que por azar se hallaba en el cuarto lo vertió
en las sábanas; pero no precisamente en el sitio en que hubieran
debido encontrarse las manchas de sangre. Al principio, no llegué a
comprender qué relación podía existir entre este recuerdo y el
acto obsesivo de mi paciente, pues el paso repetido de una habitación
a otra y la aparición de la doncella eran los únicos extremos que
el mismo tenía comunes con el supuesto antecedente real. Pero
entonces me llevó la enferma a la segunda habitación, y colocándome
ante la mesa me hizo descubrir en el tapete que la cubría una gran
mancha roja y me explicó que se situaba junto a la mesa en una
posición tal, que la criada no podía por menos ver la mancha. Ante
este nuevo detalle no había ya posibilidad de duda sobre la estrecha
relación existente entre la escena de la noche de bodas y el acto
obsesivo actual. Pero además nos ofrece este caso otras
interesantísimas observaciones.
Ante todo, es
evidente que la enferma se identifica con su marido y reproduce su
conducta durante la noche de bodas, imitando su paso de una
habitación a otra. Para que tal identificación sea completa,
habremos además de admitir que reemplaza el lecho y las sábanas por
la mesa y el tapiz que la cubre, sustitución que podría parecernos
arbitraria si no conociésemos ya, por haberlo estudiado a fondo en
la primera serie de estas lecciones, el simbolismo onírico. Pero
sabemos que la mesa es muchas veces, en nuestros sueños una
representación del lecho, y que mesa y lecho son, a la par, símbolos
del matrimonio, pudiendo, por tanto, reemplazarse indistintamente
entre sí.
Todo esto parece
demostrar que el acto obsesivo de la enferma posee sentido,
constituyendo una representación y una repetición de la escena
anteriormente descrita. Pero nada nos obliga a declararnos
satisfechos con esta apariencia de prueba, pues cometiendo a un
examen más detenido las relaciones entre el suceso real y el acto
obsesivo obtendremos quizá interesantes informaciones sobre hechos
más lejanos y sobre la intención del acto mismo. El nódulo de este
último consiste, evidentemente, en el hecho de hacer venir a la
criada y atraer su atención sobre la roja mancha, contrariamente a
los deseos del marido después del desgraciado intento de simulación.
De este modo se conduce la paciente – siempre en representación de
su marido- como si no tuviera que temer la entrada de la doncella,
dado que la mancha cae sobre el lugar debido. Vemos, pues, que no se
contenta con reproducir la escena real, sino que la ha continuado y
corregido, perfeccionándola. Pero al hacerlo así rectifica también
aquel otro penoso accidente que obligó al marido a recurrir a la
tinta roja; esto es, a su total impotencia. De todo esto habremos de
deducir que el acto obsesivo de nuestra enferma presenta el siguiente
sentido: “Mi marido no tenía por qué avergonzarse ante nadie,
pues no era impotente.” El deseo que encierra esta idea es
presentado por la enferma como realizado en un acto obsesivo,
análogamente a como sucede en los sueños, y obedece a la tendencia
de la buena señora a rehabilitar a su esposo.
En apoyo de lo que
antecede podría citaros todo lo que de esta paciente sé; o mejor
dicho, son todas las circunstancias de su vida las que nos imponen
una tal interpretación de su acto obsesivo, ininteligible por sí
mismo. Separada de su marido hace varios años, lucha contra la idea
de solicitar sea anulado su matrimonio; mas por determinados
escrúpulos de conciencia no se decide a ello, y sintiéndose
obligada a permanecer fiel, vive en el más absoluto retiro. Para
alejar toda tentación llega incluso a rehabilitarle y engrandecerle
en su fantasía.
Pero aún hay más. El verdadero y profundo secreto
de su enfermedad consiste en que por medio de la misma protege a su
marido contra las murmuraciones y le hace posible vivir separado de
ella sin que nadie sospeche la causa real de la separación. Vemos,
pues, cómo el análisis de un inocente acto obsesivo puede hacernos
penetrar directamente hasta el más profundo nódulo de un caso
patológico y revelarnos, al mismo tiempo, una gran parte del
misterio de la neurosis de obsesión.”
SIGMUND FREUD
Laura López, Psicoanalista Grupo Cero
y Psicóloga colegiada
www.lauralopezgarcia.com
610 865 355
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