LA CUESTIÓN DE LA MUERTE EN EL SER HUMANO
Hay
una inclinación en el ser humano a prescindir de la muerte, a
eliminarla de la vida e incluso vemos cómo la propia muerte es
inimaginable. En lo inconsciente todos estamos convencidos de la
inmortalidad. Incluso la literatura, la filmografía, nos lo muestra
en sagas de de vampiros, de zombis,el elixir de la eterna
juventud...y es por esta razón que llegan tanto al público, de
alguna manera refleja esta cuestión de la inmortalidad, que es una
rasgadura en el individuo.
La
mortalidad se abrocha en una etapa en el desarrollo de la
psicosexualidad en la que se instauran los significantes hombre y
mujer. es decir, somos seres sexuados, provenimos de hombre y mujer,
aunque hay personas que en la negación de esa mortalidad, de las
diferencias, manifiestan múltiples síntomas psíquicos, en sus
relaciones, en lo sexual...
Los
niños te dicen frases complejas, hablándote de la muerte, como por
ejemplo, el abuelito se fue al cielo,con gran serenidad, y se
confunde con madurez. Después no entiende porqué ese domingo no lo
lleva al parque y pregunta por él. O de repente le dice al papá:
cuando te mueras, yo sacaré a Goofy, que es su perro. Aún no han
llegado a esa etapa del desarrollo sexual donde encaja la cuestión
de que provenimos de hombre y mujer, el coito... que tiene de fondo
la cuestión de la mortalidad.
¿Pero
cómo se conduce nuestro inconsciente ante le problema de la muerte?
¿de dónde proviene? ¿Qué es lo inconsciente?
Podríamos
decir que lo inconsciente son los estratos más profundos del alma,
constituidos por impulsos instintivos (para Freud era la pulsión,
porque todo se construye en el ser humano, nada es instintivo), y
estos impulsos suprimen constantemente a todos aquellos que estorban
nuestro camino, nos han ofendido o perjudicado. nuestro inconsciente
se limita a pensarlo y desearlo.
Nuestro
inconsciente es igual que el hombre primitivo, de hecho, el hombre
prehistórico pervive inmutable en el inconsciente.
En
este sentido, el hombre primitivo se conducía de manera que ante la
muerte o el peligro de una persona amada (padre, madre, esposa,
hermano, hijo, amigo querido), a la vez que por un lado eran un
patrimonio íntimo para él, también eran parcialmente extraños,
hay una ambivalencia afectiva con el otro, que estimula su deseo
inconsciente de muerte. De esta ambivalencia en el hombre primitivo
surge el animismo y la ética y en el hombre actual la neurosis o,
por ejemplo, una preocupación excesiva por familiares, o
autorreproches absurdos consecutivos a la muerte.
Pues
bien, la visión del cadáver de la persona amada (no una inquietud
intelectual ni cualquier muerte), fue lo que le llevó a ese primer
impulso de investigación humana y a la teoría del alma, la creencia
en la inmortalidad y una poderosa raíz del sentimiento de culpa en
los hombres donde no podía alejar la muerte porque la había
experimentado en el dolor de sus muertos, pero no quería
reconocerla, no podía imaginarse muerto. Entonces llegó a una
transacción: admitió la muerte también para sí pero negó la
significación de su aniquilamiento de la vida. Inventó espíritus y
ese sentimiento de culpa por la satisfacción que se mezclaba en el
duelo, hizo que estos espíritus fueran perversos demonios que había
que temer. En algunas religiones se habla de culpa primaria, pecado
original, que no es más que esa culpa. El primer mandamiento de la
conciencia, no matarás, surgió contra la satisfacción del odio.
Los espíritus enemigos muertos no son más que la expresión de los
remordimientos de aquel “asesino”.
Las
transformaciones que acontecían en el cuerpo le sugirieron la
disociación en un cuerpo y en una o varias almas. de este modo,
mentalmente, siguió una ruta paralela. Y el recuerdo de esas
personas queridas también fue uno de los factores base en las
suposición de otras existencias y dio al hombre esa idea de la vida
después de la muerte.
Después
creó el hombre la religión, el pensamiento religioso, como
sustitución del padre,al verse indefenso ante el universo. Se rebajó
la vida terrenal a como preparación para el más allá, y se
prolongó la vida en el pasado, con la transmigración de las almas y
la reencarnación (todo para sostenerse en esa inmortalidad).
Convivimos
con estos pensamientos, el mágico animista y el religioso, además
del científico, que es posterior. Hay una general inclinación de
los hombres credulidad y la milagrería. Desde que la vida nos impone
una disciplina, se alza en nosotros una resistencia contra el rigor y
la monotonía de las leyes del pensamiento y contra las exigencias de
la prueba de realidad. La razón se convierte en una enemiga que nos
priva de tantas posibilidades de placer. Descubrimos cuánto placer
es escaparse de ella y entregarse a las seducciones de lo insensato.
Pero
es la muerte la que le va a dar verdadero valor a la vida, son los
límites. Ya nos dijo Sigmund Freud que había dos clases de
instintos (pulsiones) el Eros, esto es, la energía sexual y la de
conservación, y el Tánatos, o de muerte, tan necesaria para la
vida, que pone la puntuación, el límite.
Es
que sabemos que vamos a morir que vivimos, que podemos poner la
líbido, esa energía sexual, psíquica, fuera de nosotros. Incluso
en épocas de mayor represión sexual, hay mayores fantasías del fin
del mundo, que tiene que ver con la no aceptación de la mortalidad,
que venimos de hombre y mujer, somos sexuados. Cuando uno llegó al
mundo ya había otros y cuando uno deje este mundo seguirán quedando
otros, que el mundo no acaba cuando nosotros no estemos. Dejar un
legado a los demás, trabajar para otros, para lo social, que es el
mayor signo de amor: dar lo que no tienes a quien no es, también,
aceptar la mortalidad.
Laura
López, Psicoanalista Grupo Cero
Telf.:
0034 610 86 53 55
www.psicoanalistaenmalaga.com
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