LA TARTAMUDEZ TIENE QUE VER CON CONTRADICCIONES PSÍQUICAS, SON PRODUCTOS DESDE LO INCONSCIENTE.
(Escrito a raíz de un
artículo leído que habla de que la tartamudez parece tener una base
neurológica y que no hay que buscar su origen en factores externos
ni psicológicos)
Leía
un artículo que indicaba que la tartamudez “parece tener una base
neurológica y no hay que buscar su origen en factores externos ni
psicológicos.” Incidían también en que hay “posibilidad de una
tartamudez crónica aumenta si existen antecedentes familiares.”
Esto es totalmente incorrecto.
Hay
una insistencia en incidir en un origen orgánico para eliminar la
sutileza de lo psíquico y de lo inconsciente. Volvemos a caer en
etiquetas y querer perpetuar sintomatología que, si no se incide en
su raíz, volvemos a soluciones que niegan el verdadero origen y una
resolución adecuada.
Dicen que a veces hay que hacer intervenir a un psicólogo porque
provoca ansiedad, pero no, la lectura es que hay ansiedad, hay
conflictos internos, que tienen que ver con cuestiones inconscientes,
choques entre deseos, hostilidades y la moral, donde aparece como
resultado el tartamudeo, los tics...
Tienen
un sentido, un significado, interpretable con el psicoanálisis. Por
eso dicen que vuelve a remitir la tartamudez con el tiempo, porque no
se hace una verdadera lectura y una transformación para que pueda
desaparecer. No es por un fallo neuronal ni nada parecido, ni por un
mal aprendizaje, sino por una situación psíquica, que, por
complejos mecanismos psíquicos, aparece disfrazada de tartamudez.
Por un lado se quiere hablar y por otro hay otra fuerza contraria.
Tengamos en cuenta que es a través del habla que salimos de nosotros
mismos, podemos poner en palabras afectos y sentimientos que de
alguna manera también nos comprometen. Amortiguamos a través de
las mismas. Sigmund Freud decía que la civilización se construyó
cuando en lugar de arrojar una piedra se profirió un insulto.
A
través del lenguaje es como constituimos nuestro yo, se establecen
nuestro desarrollo psíquico como seres humanos. Hay palabras que
inciden en nosotros como heridas, palabras que no podemos tan
siquiera llegar a pronunciar y que incluso hay frases que se
escenifican en nuestro cuerpo a modo de síntomas. El ser humano no
teme más que a sus propias palabras.
No
es cuestión de que adquieran confianza, ni hacerles entender que lo
importante no es lo que tardan en decir algo, sino en lo que dicen,
ir despacio, intentar no hacer fuerza para hablar... son consejos
superficiales.
Estamos
incluso en un pensamiento anterior a Darwin. Darwin hablaba del
esclarecimiento de movimientos expresivos a través del “principio
de derivación de las excitaciones” por medio del cual se explica
por ejemplo cuando un perro agita su cola. Conocemos cómo las
inervaciones motoras de los estímulos dolorosos se sustituyen por
gritos. Ejemplo también cuando vamos al dentista y tenemos que
permanecer quietos, y en lugar de realizar otra acción, movemos las
piernas. Hay una conversión psíquica en un fenómeno motor.
Los tics, el castañetear de los dientes, la repetición de ciertos
actos, muestran una compleja conversión, un acto psíquico complejo.
Son actos sintomáticos con un sentido pleno.
La tartamudez ya es un efecto, producto de lo inconsciente, una
escenificación de una verdad psíquica que si no atendemos a
escuchar esa complejidad, no resolveremos la cuestión. Hay un firme
propósito de hablar y surge una representación contrastante de
evitarlo. Hay una inervación somática, un intento de inhibición
convulsiva de los órganos vocales, que nada tiene que ver con un
fallo neuronal, sino de mecanismos psíquicos que hablan de una
realidad incapaz de ponerse en palabras.
El
psicoanálisis es la ciencia del lenguaje, que resuelve, desde la
raíz, los problemas de tartamudez, tics, inhibiciones... Es
fundamental incluir la intervención psicoanalítica en estos
procesos. Dejemos de quedarnos en frases ideológicas y de querer
hacer la casa por el tejado.
Laura
López, Psicoanalista Grupo Cero
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