DELINCUENTES POR SENTIMIENTO DE CULPABILIDAD . VARIOS TIPOS DE CARÁCTER DESCUBIERTOS EN LA LABOR ANALÍTICA

 






   EN sus informes sobre sus años juveniles, especialmente sobre los anteriores a la pubertad, personas honradísimas luego y de elevada moralidad me han revelado, frecuentemente, haber cometido por entonces actos ilícitos, tales como hurtos, fraudes e incluso incendios. En un principio solía yo dejar de lado estos hechos, explicándolos por la conocida debilidad de las inhibiciones morales en aquella época de la vida, y no intentaba insertarlos en un más amplio contexto. Pero el examen de algunos casos más claros y favorables, en los que tales actos fueron cometidos por enfermos míos durante el tratamiento y en edad muy posterior a aquellos años juveniles, me impulsó ya a un estudio más penetrante y detenido de estos incidentes.


   La labor analítica me condujo entonces al sorprendente resultado de que tales actos eran cometidos, ante todo, porque se hallaban prohibidos y porque a su ejecución se enlazaba, para su autor, un alivio psíquico. El sujeto sufría, en efecto, de un penoso sentimiento de culpabilidad, de origen desconocido, y una vez cometida una falta concreta sentía mitigada la presión del mismo. El sentimiento de culpabilidad quedaba así, por lo menos, adherido a algo tangible. Por muy paradójico que parezca he de afirmar que el sentimiento de culpabilidad existía antes del delito y no procedía de él, siendo, por el contrario, el delito el que procedía del sentimiento de culpabilidad. Tales sujetos pueden ser justificadamente designados con el nombre de «delincuentes por sentimiento de culpabilidad». La preexistencia del sentimiento de culpabilidad pudo ser demostrada por toda una serie de otros efectos y manifestaciones.

   Ahora bien: el señalamiento de un hecho curioso no es por sí solo un fin de la investigación científica. Habremos, pues, de resolver dos cuestiones: de dónde procede el oscuro sentimiento de culpabilidad existente antes del hecho y si es verosímil que una tal causación entrañe considerable importancia en los delitos de los hombres. El examen de la primera de tales cuestiones prometía descubrirnos la fuente del sentimiento de culpabilidad en general. El resultado de la labor analítica fue el de que tal oscuro sentimiento de culpabilidad procedía del complejo de Edipo, siendo una reacción a las dos grandes intenciones criminales: matar al padre y gozar a la madre. Comparados con éstos, los delitos cometidos para la fijación del sentimiento de culpabilidad habían de ser realmente un alivio para el sujeto atormentado. Hemos de recordar, a este respecto, que el asesinato del padre y el incesto con la madre son los dos magnos delitos de los hombres, los únicos perseguidos y condenados como tales en las sociedades primitivas. Y también cómo otras investigaciones nos han aproximado a la hipótesis de que la fuente de donde la Humanidad extrajo su conciencia, que hoy se manifiesta como una potencia psíquica heredada, habría sido el complejo de Edipo.


   La respuesta a la segunda interrogación rebasa los límites de la labor psicoanalítica. En los niños podemos observar directamente que «son malos» para provocar el castigo, y una vez obtenido éste, se muestran tranquilos y contentos. Una investigación analítica posterior nos procura muchas veces la pista del sentimiento de culpabilidad que los llevó a buscar el castigo. De los delincuentes adultos hemos de restar, desde luego, todos aquellos que cometen delitos sin sentimiento de culpabilidad, aquellos que no han desarrollado inhibiciones morales o creen justificada su conducta por su lucha contra la sociedad. Pero en la mayoría de los demás delincuentes, en aquéllos para los cuales se han hecho realmente las leyes penales, tal motivación podría muy bien ser posible, aclararía algunos puntos oscuros de la psicología del delincuente y procuraría a la pena un nuevo fundamento psicológico. Uno de mis amigos me ha llamado la atención sobre el hecho de que ya Nietzsche sabía de estos «delincuentes por sentimiento de culpabilidad». La preexistencia del sentimiento de culpabilidad y el empleo del hecho para la racionalización del mismo se nos aparecen en las palabras de Zaratustra, «el pálido delincuente». A investigaciones futuras corresponde fijar cuántos de los delincuentes deben contarse entre los «pálidos».


Sigmund Freud, delincuentes por sentimiento de culpa 1916


Laura López, Psicoanalista Grupo Cero 

y psicóloga colegiada

www.lauralopezgarcia.com


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