LA RELACIÓN CON NOSOTROS MISMOS

 



Hay relaciones dinámicas con nosotros mismos, entre nuestros sistemas psíquicos que son el Yo (regula la relación con las demás instancias y la realidad), el Ello (nuestro caldero de pulsiones, de deseos inconscientes reprimidos) y el Superyó (moral). El niño incorpora ese padre de la niñez, el tercero, la ley,  convirtiéndose en un poder psíquico interno. Está, por un lado, el ideal del Yo, ese padre virtuoso de la niñez, todopoderoso. El Superyó se manifiesta con órdenes y prohibiciones, lo que denominamos la conciencia. Se expresa mediante todas las aspiraciones conscientes e inconscientes. A partir de la hostilidad contra el padre (porque viene a separarle de la función madre, necesario por supuesto), surge la identificación con él: el Ideal del Yo y el Superyó, así ya no ejerce la acción de eliminarlo, sino que lo introyecta, se identifica.

El Superyó se va esforzar por apartar de su meta todos los deseos de la libido que no satisfacen sus ideales.

Ahora vemos que en muchas personas esa lucha entre el Yo, la libido y el Superyó no es muy fuerte, simplemente porque la libido se deja guiar fácilmente por el Superyo, o porque éste es tan débil que sólo puede quedarse observando mientras la libido sigue su propio camino. También puede suceder que no se han exaltado los ideales del Superyó por encima de la realidad de nuestra naturaleza humana, entonces no exige de la libido tanto, sino lo que esté dispuesta a conceder. Esta variedad del Superyó es agradable para la persona, pero tiene la desventaja de que permite el desarrollo de un ser más vulgar. Un Superyó que exige poco de la libido, también obtiene poco.

Por otro lado está el Superyó con unos ideales tan grandiosos que exigen al Yo lo imposible. Este Superyó produce algunos grandes hombres pero también a muchos psicóticos y neuróticos. Ese superyó proviene de la idea exagerada de grandeza y poder que el niño atribuye a su padre, que  equivale como al dios todopoderosos. Entonces ese Superyó exige lo imposible al Yo. No importa lo que realmente haga en su vida: El Superyó nunca va a estar satisfecho. La cantidad de libido que carga esta identificación llega a ser tan grande que pierda la capacidad de reconocer la realidad. Eso sí, si conserva el respeto por la realidad, y desarrolla las capacidades, puede realizar grandes cosas. Su Superyó le va a exigir, pero lo va a obtener.

(Elaborado  de El presidente Thomas Woodrow Wilson,

un estudio Psicológico, Sigmund Freud)


Laura López, Psicóloga- Psicoanalista 

www.lauralopezgarcia.com

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