¿PESIMISMO U OPTIMISMO?
Pesimista, optimista, a
veces escuchamos cómo algunas personas se definen a sí mismas o a
los demás en función de la visión que tienen de situaciones
actuales o del futuro. Comentarios como “si es que siempre ve el
lado malo de las cosas”, “es muy negativo/a”, o “se lo toma
siempre todo muy bien, es muy optimista”...., definen formas de
responder ante la realidad.
Podríamos decir que
en la vida siempre van a haber obstáculos, problemas,
frustraciones.... pero también alegrías, encuentros con los otros,
proyectos por los que trabajar y gozar con ello.
No nos engañemos.
Cuando decimos realidad ¿a qué realidad nos referimos? Porque
dependiendo del cristal con el que se mire, se percibe de una manera
o de otra.
“La vida de color de
rosa” se utiliza para indicar una persona que lo ve todo idílico,
incluso podríamos decir que no se deja invadir por la realidad. O
simplemente, cuando hay algo que no puede aceptar, termina
secuestrada en la fantasía, sin mediar ningún trabajo con la
realidad para transformar lo que no le es satisfactorio. Es decir,
tiene toda su energía secuestrada en el yo. Su energía psíquica no
está ligada a ningún objeto real. Mucha ambición pero poca
capacidad de trabajo.
¿Y qué hace verlo todo
negro? ¿Cómo transformar la mirada? Cuando hay una visión
pesimista de las cosas, podemos hablar también de un proceso
melancólico, donde aquello que se pierde hay una incapacidad de
sustitución y ahí se queda instalada en la pérdida, no pudiendo
ver nada de lo nuevo que acontece cada vez. A veces es una
frustración, un cambio, incluso aunque sea para mejor, algo se
pierde de uno. Pero para ganar también hay que saber perder.
Estamos en continua transformación y tolerar la incertidumbre de la
vida también incluye las pérdidas. El pesimista no puede apreciar
nada de lo bueno que le pasa, porque está en el pasado, en lo que
perdió. También puede estar en una posición histérica, donde su
deseo es preservar la insatisfacción. Todo le parece mal, y cuando
cuando consigue algo anhelado, lo rechaza.
Es interesante porque
Einstein señala que frente a la incapacidad del hombre de capturar
las transformaciones que se producen, fantasea con la destrucción.
Podríamos pensar que la envidia que se genera ante la imposibilidad,
genera una visión pesimista del futuro. Después de mí habrá
otros, y eso es un poco insoportable para las personas. Pero la
capacidad de incluir el trabajo en la vida, de unirse a otras
personas para alcanzar lo que yo solo no puedo, perderles ese asco,
esa resistencia a lo diferente y a que compartimos un lugar en el
mundo, también permite que se abran otros horizontes. La mortalidad
es algo difícil de representar para el ser humano. A veces se vive
como si el mañana fuese eterno.
Hay quien es el peor, va
como alma en pena, quejándose de todo. Exhibicionista, diríamos, y
también narcisista, si es que con tal de ser el más en algo, es el
peor.
¿Y quien siempre tiene
una frase para derribar el castillo de naipes? ¿Realista o
aguafiestas? Es difícil manejarse en estas dimensiones, porque se
termina cayendo en opiniones.
Se puede estar instalado
en la angustia, donde precisamente antes de realizar cada paso
acontece este afecto. Nos pasa un poco a todos, pero quedarse en él
es negar el futuro, lo por hacer, atribuir que el otro puede y yo no,
porque algo me falta, nací incompleto.
Anticiparse a lo peor,
interpretar la realidad como que algo malo está pasando, habla de la
angustia de la persona. Por ejemplo, hay un ambulancia pasando por la
calle donde vive y comienza a pensar que algo le ha pasado a alguien
querido, una catástrofe... Pero eso habla de la angustia de esa
persona, en la incapacidad de gestión de sus afectos hostiles y
eróticos, que aparecen disfrazados en preocupación, pesimismo,
espera angustiosa. Son afectos reprimidos que se disfrazan en forma
de angustia, un disfraz, para que su verdad no llegue a la
conciencia, pues es intolerable. Hay una forma de pensar que está
incluida en nuestro recorrido en el pensamiento, que es la mágico
animista, que habla de esa interpretación del exterior donde se ven
“demonios”, se atribuye al exterior, pero son afectos propios
proyectados.
Mencionar que hablar de
que el mundo es tal o cual, la sociedad, normalmente se habla de una
situación psíquica, es decir, de eso que se critica, que se dice,
acontece en uno. Tal vez dos o tres persona más allegadas, de su
vínculo más estrecho.
El sentido del humor nos
permite desrealizar esa realidad que a veces abruma, poder reírse de
uno mismo habla de que somos personas saludables, que podemos
combinar las palabras para producir transformaciones y hacer de un
acontecimiento trágico algo llevadero.
¿Pero cómo hacer? ¿Uno
nace optimista, pesimista o con sentido del humor? No, eso se hace.
En el proceso de psicoanálisis vemos cómo la persona va hablando,
rompiendo el muro de sus represiones, hasta que puede ir componiendo
palabras, frases, que transforman su realidad psíquica, porque la
realidad psíquica son las gafas de ver el mundo, lo que va permitir
ver colores, incluso mezclarlos, transformarlos, para crear algo que
no estaba. Vivimos constantemente engañados por lo que creemos
percibir.
Un rayo de luz se nos
ofrece si tenemos en cuenta que con otros se puede más.
Psicoanalizarse supone transformar los afectos, los sentimientos que
abruman, que niegan el trabajo para transformar la realidad, que
impide el camino de la felicidad. Ser pesimista u optimista no es una
forma de ser, el mecanismo de la neurosis es el que impide hacer de
la realidad, otra cosa y entregarse a la alegría del vivir.
Laura López,
Psicoanalista Grupo Cero
Telf.: 610 86 53 55
www.lauralopezgarcia.com
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