LA CULPA Y SU RELACIÓN CON LA SALUD Y EL BIENESTAR
Cuando hablamos del sentimiento de culpa, hay una culpa que es consciente, relacionada con algo que hemos hecho mal contrastado con la ética que tenemos, con el orden moral, que forma parte de nuestros valores. Entonces, cuando lo transgredimos, hay temor, arrepentimiento, culpa.
Pero hay una realidad inconsciente también en las personas que, antes del psicoanálisis no la conocíamos pero sí padecíamos de ella. Ahora se puede interpretar y transformar. ¿Por qué por ejemplo mantenemos ciertas relaciones que no nos hacen bien o nos resistimos a curar de ciertos padecimientos?
Hay que diferenciar la conciencia del inconsciente. Todo lo que transcurre en mi conciencia, en mi razón, es manifiesto, aparece disfrazado y aquello que tiene que ver con la verdad del sujeto transcurre de forma inconsciente.
Por ejemplo, aliviar cierto dolor puede llevar a buscar nuevos castigos, porque pasamos por alto la culpa inconsciente. Por eso vemos cómo pacientes que curan un síntoma, manifiestan otro, no hay transformación en la persona. Se curan orgánicamente y eligen un relación desgraciada por ejemplo. Hay contenidos en nuestra psique, tendencias de las cuales nada queremos saber. Es un contenido reprimido. A través de sus psicoanálisis personal, en el establecimiento de la transferencia, el paciente se sostiene y va transformando esa posición que tiene defensiva de la represión de contenidos que rechaza de sí, a otra posición, fortaleciendo el yo, su gestión, de las diferentes instancias, sistemas de su aparato psíquico. En el proceso terapéutico se van levantando ciertas barreras, y la persona va transformando su forma de reaccionar, donde antes no quería saber nada de eso y utilizaba la represión como medio de defensa (es de forma inconsciente, la persona no puede controlar esto) y producía síntomas, como satisfacciones sustitutivas, “soluciones” a su conflicto. Se le acerca en su psicoanálisis a ese contenido psíquico que ha sido reprimido cuando se vaya transformando, cuando esté cerca a encontrarse, cuando ya no era ese que era antes y puede reaccionar de otra manera.
Enfermarse también es un trabajo, y atajar ciertos síntomas pueden generar otros. Si no atendemos al origen de la enfermedad, agravamos el sufrimiento del paciente.
Ni la bondad ni el furor sanandis curan, obviamos la culpa inconsciente y puede buscar castigos mayores de los que padece. La culpabilidad inconsciente hace mantener relaciones sufrientes y búsqueda de castigo. No es del orden de la voluntad, lo padece sin poder remediarlo. El sentimiento de culpa no es la consecuencia de algo realizado, sino que entra en el orden de nuestra historia personal, desde la infancia hasta ahora y de la evolución de la humanidad, como especie, marcas en la evolución que condicionan también nuestro propio desarrollo, relacionado con la ambivalencia afectiva, amor y odio, eros e instinto de destrucción, la rivalidad, el establecimiento de la ley psíquica, donde no podemos regirnos sólo por el principio del placer, sino por la estructura que regula las relaciones, y que va a estar en el origen del sentimiento de culpabilidad. Nuestras pulsiones no pueden ser eliminadas, pero sí modalizadas, porque cuando persisten de esa misma manera infantil, producen efectos relacionados con la producción de síntomas. Esa culpa inconsciente demanda castigo.
Los sueños nos has desvelado que hay deseos en nosotros de los cuales no querríamos saber nada, pero que están, que a cada tanto desearíamos hacer. Pero desear no es hacer. Toda la producción de síntomas, inhibiciones, todo el sufrimiento está justificado desde este punto de vista, desde la economía psíquica. Sufro porque es menos el sufrimiento que el que tendría si se desarrollara en mí cometer el acto que tiendo a cometer, pero que no pasa siempre, es una cosa cuantitativa, todos deseamos lo mismo, pero es cómo reaccionamos, cómo transformamos esas tendencias en nosotros. Nuestros deseos egoístas son los que van a generar ese poso de culpa. La persona no tolera aceptar esas tendencias que desea, las desconoce y no sabe como buscar expresión de las mismas. El artista o el trabajo intelectual, por ejemplo, sublima, consigue obtener un camino de goce que no le genera sentimientos de culpabilidad, se sirve de instrumentos estéticos y no genera el mecanismo de la represión que genera el neurótico. Lo reprimido no desaparece, retorna.
Es necesario un trabajo psicoanalítico que escuche de esos procesos inconscientes y pueda interpretarle en su subjetividad, aprender otras formas de expresión que no sean dañinas para su integridad.
Si me buscas, te encuentras.
Laura López, Psicóloga y Psicoanalista



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