NO AGUANTO A LA FAMILIA DE MI PAREJA





   Sigmund Freud hablaba del narcisismo de las pequeñas diferencias, donde precisamente las diferencias con nuestros semejantes producen en los seres humanos hostilidad. Somos muy narcisistas, nos cuesta dejarnos transformar por lo nuevo, por nuevas relaciones, nuevos pensamientos.
   
    Con las parejas, esto también ocurre, de forma que siempre hay rencillas entre familias. Aunque aparentemente no suceda, inconscientemente anida esta cuestión con el narcisismo. Es el narcisismo de las pequeñas diferencias, donde hay una “pugna” por ensalzar la familia de donde uno proviene y lo que es diferente, es rechazado. Por ejemplo, hay frases que hablan de esto de una manera más solapada, como cuando se dice “esto no me parece normal”. Habría que añadir “no me parece normal según de la familia de donde vengo, cómo me han educado. Lo mío es mejor. “
     
    Vemos cómo generar una familia propia, dejando atrás las familias de las que uno procede, es harto complejo para el ser humano. Recordemos que una de las mayores rasgaduras para el ser humano es abandonar su familia de origen para incluirse en el mundo. Y con esto no estamos hablando de una distancia física, porque podemos estar a mil kilómetros de nuestros primeros familiares pero seguir anidando en sus frases, en sus modos de pensar y hacer. Es algo que cursa de forma inconsciente, donde lo vemos por los efectos en la realidad.

     El amor conlleva una transformación, producir algo que no estaba. Y vemos que muchos de los conflictos que suceden en la pareja es por querer imponer el modelo familiar de donde se proviene. Es una imposibilidad, porque somos personas diferentes, con deseos y necesidades distintas. Es como si se quisiera repetir una historia anterior, porque uno de los lugares donde aprendemos a amar es en la familia. Pero sería una pobreza para el ser humano, no habría civilización si no se diera el paso para establecer otro tipo de relaciones.

    Hemos visto cómo es inevitable que exista esta hostilidad hacia lo diferente, pero la cuestión es la manera en que renunciemos a ello. Si podemos pensar que esto es normal que suceda y no caemos en la afectividad del momento, podremos llevarlo mejor. El sentido del humor y el diálogo son muy importantes.

     Cuando hay conflictos entre las familias políticas y los miembros de la pareja incluso se posicionan y se instala como un problema en la relación, tendríamos que sospechar que aún en esa pareja no se ha forjado una nueva familia, sino que siguen en las familias de origen, inconscientemente, y luchando por imponer su modelo. Si pueden elaborar su familia, también podrán poner límites a las de donde vienen, pero muestran esa imposibilidad a través de los familiares
También es cierto que hay miembros de la pareja que no aceptan que el otro provenga de donde proviene, y hay un rechazo enérgico a que haya contacto. Es como si se quisiera tragar al otro. Es importante esta cuestión, porque cuando dos personas siempre están de acuerdo, tiene más que ver con el sometimiento que con la proximidad o semejanza.

    Hay una cuestión de la que nunca se habla pero que es un foco importante de conflictos entre familias. Tiene que ver con los deseos sexuales. Hay deseos que caen del orden de lo prohibido en las primeras figuras familiares y, por ende en las políticas. Todos conocemos los tabús y de cómo hay leyes establecidas de prohibición entre los miembros más cercanos de las familias desde la antigüedad. Pues bien, lo prohibido es indicativo de una tendencia en el ser humano a realizarlo, reprimida ya por la educación. Ahora es impensable ciertos acercamientos con familiares, pero en la antigüedad, hubo de imponer una ley para no llevarse a cabo y poder entrar en la civilización. Pero este deseo no desaparece, sino que permanece en calidad de reprimido, inconsciente.

     Estos deseos son la fuente de nuestro psiquismo, el alternador de nuestra energía, pero que, en ocasiones, por un complejo mecanismo psíquico, donde nuestra moral no tolera eso que somos, podemos llegar a situaciones y manifestaciones extrañas a nosotros mismos. Como ejemplo de esto, Freud relata una paciente de unos cincuenta años que acudió a su consulta con su yerno y que versaba de celos irracionales hacia su marido, un hombre con el que llevaba décadas y que consideraba que era un matrimonio muy feliz. Había ocurrido un episodio con una criada joven, la cual le envió una nota anónima (hasta que descubrió que fue ella), acusando a otra muchacha de ser infiel con el marido de la señora, y que trabajaba en la fábrica del marido. Le profesaba sentimientos de envidia. Aunque no correspondía con la realidad la acusación, la señora entraba en angustia y los celos se apoderaban de ella. Tras el análisis se pudo reconstruir que en realidad esta señora adolecía de forma inconsciente de deseos hacia su yerno, pero como para ella era un horror tan siquiera sentirlos, transformaba ese deseo en ternura hacia él, y hacia su marido había proyectado sus propios deseos, de manera que se expiaba su “culpa”. Si su marido había estado con una mujer más joven, de alguna manera a ella también le era justificable inconscientemente desear a un joven. Era como un deseo realizado, disfrazado, por la conciencia.

    La figuras de los suegros, las suegras, caen en ese lugar familiar de primeros amores (los padres), por lo que muchas de las tensiones con los mismos tienen más que ver con deseos irreconocibles ¿No le parece extraño que no se puedan llegar a acuerdos con personas adultas? Con los cuñados y cuñadas también pasa lo mismo, entran en ese orden de lo prohibido y fuertes tensiones y trifulcas pueden tener más que ver con deseos no tolerados.

    También hay otras cuestiones en juego, donde la relación de los padres con los hijos es de tal magnitud, que hay una imposibilidad para generar un nuevo lazo con el partener. Así, hay madres que tratan a sus hijos como niños pequeños, o como su gran amor, como si de una pareja se tratase, y estos se dejan hacer, eclipsando la figura de la mujer. También ocurre con las hijas. Esto muestra una inmadurez en la pareja, donde se hace imposible el viraje hacia las nuevas relaciones.


    También puede ocurrir lo contrario, es decir, siempre está la frase de no soporto a mi suegra, los chistes acerca de ella, porque hablan de la realidad anteriormente descrita. ¿Pero qué ocurre cuando la pareja de uno de los miembros no permite o no acepta la familia de donde viene su partener? Cursa como un sometimiento, donde nada le parece bien, hay un afán de control, donde no se permite “compartir” ese cariño con los familiares, cuando están en otro plano. Es otra de las formas de no aceptar la diferencia, negar de dónde viene la otra persona.

     Hay que revisar la forma en que amamos y cómo se manifiesta en los conflictos con los familiares. Más allá de la familia política que “te toque” las relaciones se transforman. Y no olvides todas estas cuestiones que hemos expuesto. Cuando no se puede dialogar ni llegar a acuerdos tiene que ver con cuestiones reprimidas y parte, sobre todo, de la pareja. Cuando una pareja pueden hablar e ir llegando a acuerdos para formar su propia familia, no importa de dónde vengan. Si hay conflictos familiares que repercuten en esa pareja o nueva familia, habría que pensar que no son las familias políticas, son los propios miembros de ese núcleo familiar que tienen cuestiones en las que están anclados. Y éstas, son inconscientes, es decir susceptibles de transformar a través del Psicoanálisis.

Laura López, Psicoanalista Grupo Cero y Psicóloga colegiada
Telf,: 610 86 53 55 / 951 21 70 06




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