LOS AMIGOS TAMBIÉN SE ELIGEN DE FORMA INCONSCIENTE
En
el tabaco, en el café, en el vino, al borde de la noche se levantan
como esas voces que a lo lejos cantan sin que se sepa qué, por el
camino.
Livianamente
hermanos del destino, dióscuros, sombras pálidas, me espantan las
moscas de los hábitos, me aguantan que siga a flote entre tanto
remolino.
Julio
Cortázar
Vivir
en compañía es la única forma de vivir. No se puede hacer nada o
casi nada sin otras personas. Es más, es necesario que el pequeño
cachorro humano se sostenga por otros, si no, moriría
irremediablemente.
La
amistad juega un papel muy importante en las personas. Vienen a
mostrarnos que más allá de la familia están otras familias y el
mundo. Las primeras identificaciones son a los familiares, pero
también son a los amigos y amigas. Vienen a colaborar en el
desarrollo de la persona, al proporcionar espejos entre iguales,
figuras de identificación, con las que forjar el yo.
El paso de la familia al mundo es, para el ser humano, difícil.
Cuesta abandonar posiciones anteriores que han generado placer y, con
la amistad, se establecen vínculos muy necesarios para ese avance.
Proporcionan un cauce para las palabras, conversaciones que sacan del
diálogo interno y donde se aprende a compartir, a ser generosos, a
establecer pactos y acuerdos, incluir lo diferente...
La
elección de la amistad no es casual o por obra del destino, sino
que se realiza de forma inconsciente. Esto quiere decir que hay
algún rasgo en el otro que habla de nosotros, o bien algo que
fuimos, que somos, o que admiramos y queremos llegar a ser. También
puede llevar esa impronta familiar, algún rasgo, cualidad, brillo,
que nos recuerde a la familia. Esto ocurre sin que ni siquiera lo
percibamos, no es algo que podamos explicar, cursa inconscientemente.
Cuando
hay un conflicto psíquico se pueden llegar a elegir y producir
relaciones que ocasionan un perjuicio, satisfaciéndose algún deseo
inconsciente. Siempre nuestras acciones y las situaciones que se
generan en la vida tienen dedicatoria: son para algo o para alguien,
y responden a una manera de gozar, aunque en ocasiones pueda llegar a
ser sufrientes y dañinas.
Necesitamos de otras personas para poder desarrollarnos,
crecer,construir la persona que somos. Somos la suma de nuestras
relaciones, de nuestros pensamientos. Pero también hay una
ambivalencia afectiva en ellas, un monto de hostilidad y también de
erotismo, siendo en ocasiones, muy intolerados para la moral,
produciéndose una mala gestión emocional.
Celos, envidia, hostilidad, deseos, rivalidad ... también acontecen
en las relaciones de amistad. Pueden así actuar ciertas
afectividades reprimidas, que hunden sus raíces en la educación de
los primeros años y en esos hermanos o iguales (primos,
vecinos...). Se pueden estar transmitiendo afectos que corresponden a
maneras de relacionarse del pasado.
Hay personas que les cuesta hacer amigos, hablan de los amigos como
que les traicionan, pero habría que revisarse y ver cómo se es con
los demás. A veces en esa elección inconsciente se producen
situaciones donde se es abandonado, traicionado. O como si de una
compulsión a la repetición se tratase, como si un destino cruel
pusiera en juego circunstancias parecidas, con un mismo final. Pero
tiene que ver con conflictos inconscientes que producen ese
“síntoma”.
A veces se exige mucho a la amistad, o se entrega la vida en ella, y
olvidamos que es un ser humano, que no es ese ideal de mamá, que no
es la señora que nos cuidó, sino esa madre psíquica ideal, que
todo nos tiene que calmar y colmar en todo. Le exigimos una ayuda
excesiva. “Hermanos de sangre”, como si hiciéramos un pacto que
nos convierte en incondicional: para lo bueno y para lo malo. En los
hermanos hay esa ambivalencia afectiva precisamente. El amor no es
incondicional, es un respeto de la libertad, la producción de pactos
y el amor, que no es sin palabras.. En las relaciones también hay
límites, se tiene que poder producir un espacio de bienestar. Los
amigos no son perfectos, y en la exigencia tendríamos que pensarla
en nosotros. Algo que nos molesta puede estar el otro en espejo y
mostrarnos lo que se rechaza de uno mismo. A veces llegan a ser
relaciones de enamoramiento donde se pierde uno en el otro. Freud lo
explica a través de la teoría de la libido.
¿Establecemos
una relación recíproca, entre iguales? ¿O tal vez son relaciones
de sometimiento?¿Se respeta a la otra persona en sus diferencias, en
su desarrollo individual? ¿Sólo puedo tolerar a quien piense igual
que yo? ¿No puedo relacionarme con más personas?
Hay
personas que les cuesta hacer amigos, porque también están pegados
a esos primeros amores familiares, y les cuesta sustituir las
relaciones, sumar. También puede haber un miedo a desear, miedo al
goce que puede generar una relación de amistad. Frente al otro, van
a surgir afectos, sentimientos, que a veces son difíciles de
gestionar y producen frustraciones. Hay algo de mí que no puedo
manejar y que, frente a otras personas, se me dispara. No es lo mismo
hablar conmigo mismo que expresarme, comprometerme en las palabras, a
ver qué hago con el deseo que me produce el otro.
Es
importante también pararse y pensar qué es para mí la amistad,
porque dependiendo de cómo la piense, de lo que es para mí la
amistad, generaré un tipo de relación u otra. Pensar tiene que ver
con la ideología, y ésta es inconsciente. En función de cómo
esté articulado este significante en mí, elegiré unas relaciones u
otras. Por eso es importante saber desde qué lugar psíquico estoy.
Hablar
no es decir cualquier cosa, y también en la amistad es importante
el diálogo para que ciertos afectos no se “enquisten” y
produzcan daños mayores. Los malentendidos bañan estas relaciones
amorosas porque siempre hay demandas y afectos que se disfrazan de
formas inusitadas. Hay cosas que no es el lugar donde hablar con los
amigos, porque se necesita de un espacio para elaborarlas y
desarrollar unas relaciones más sanas, donde no se bombardee al otro
ni se le vomite, mejor con un psicoanalista. Hay cosas que no se
tienen que hablar con los amigos y que van a estropear la relación.
Hay cosas que se piden que son demasiado. Ese no es el lugar para
las demandas infantiles. Conversar no es imponer ni ver quien tiene
la razón, sino apartarse de esa afectividad desbordada y poder
llegar a acuerdos, respetando los espacios de cada uno.
Finalmente,
hay relaciones que están abogadas al final, porque no es cuestión
de tiempo, sino de trabajarlas, se construyen cada vez. Un lugar
donde poder hablar tranquilamente y construir caminos posibles donde
la compañía se suma. ¿A qué ideas y formas de pensar está uno
atado? La amistad no puede depender del enamoramiento que acontezca
con el otro, sino del trabajo de construir unas relaciones basadas en
la libertad, en el deseo del encuentro, en los pactos.
“Quien
tiene un amigo tiene un tesoro” dicen, pero las relaciones no se
tienen, se producen, entre palabras.
Laura
López, Psicoanalista Grupo Cero
Telf.:
610 86 53 55 /951 21 70 06
www.lauralopezgarcia.com
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